La domótica es la nueva ciencia y técnica que trata de hacer
inteligentes a los edificios. Se supone que una casa inteligente es la que está
fresca en verano y caliente en invierno, la que ahorra energía, y la que en
general obedece las órdenes de sus ocupantes. Hay que apresurarse a advertir
que la arquitectura tradicional creó durante siglos muchas "casas
inteligentes", porque la sabiduría en el uso de los materiales, el
aislamiento y la orientación cuidadosamente estudiada producían precisamente
esos efectos... Pero en la sociedad actual, esas cosas se consiguen más bien
mediante el control de los numerosos artefactos que hay en los hogares.
Domótica viene del latín domus, "casa" (que
también está presente en la palabra "doméstico") y de un sufijo,
-tica, que también está en telemática, ofimática, robótica... En el origen
remoto, la terminación -tica remite a automática, y hoy en general induce el
significado de "gestión por medios informáticos". En inglés se dice
domotics.
Una casa media tiene hoy no menos de treinta o cuarenta
artefactos (de microondas a lavadoras, de equipos de música e imagen a
calefacciones), prácticamente todos ya animados por un chip. La domótica
pretende que en vez de ser un conjunto heterogéneo, con controles y lógicas
diferentes, se puedan gestionar en su conjunto. Uno podría, así, encender y
apagar las luces de una casa no habitada y poner la televisión (para engañar a
posibles merodeadores), y encender la calefacción para que esté caldeada el día
que vamos a volver. Eso ya se puede hacer fácilmente. Pero el futuro querría
ver también sistemas de control de stocks (para detectar cuándo se va a acabar
la leche), o de planificación de dietas, unidos a funciones de telecompra y procesado
inteligente de alimentos. Algo que también se planea es la operación mediante
la voz de todos estos artefactos.
La domótica sin duda estará muy bien, pero si sabemos el
caos que producen los frecuentes cuelgues del ordenador, no querríamos ni imaginarnos
un bug que ordenara la compra de doscientos litros de leche cada día, o un
diálogo de sordos con el televisor rogándole infructuosamente que se apague, o
baje el volumen, o las dos cosas...
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